A Gotzon no le gustaba nada ir a
comprar al supermercado con sus padres, se aburría mucho, mientras ellos se
entusiasmaban llenando el carro sin parar.
Un día, paseando por el
supermercado, vio un duendecillo que estaba en la estantería de los juguetes,
se llamaba “Txikirritin”, y se hicieron muy amigos.
Txikirriitin empezó a contarle
que viajaba con las etiquetas de los productos y aprendía muchas cosas, de los
países que visitaba. Gotzon le escuchaba todo entusiasmado y le dijo al
duendecillo:
- Y...¿te puedo acompañar?
- Claro!!!-respondió el duendecillo.
Así que el duendecillo cogió un queso que
ponía: “fabricado en Francia” y aparecieron en Disneyland Paris. Luego cogió
otro producto que ponía “fabricado en Italia” y pasearon en góndola por las calles
de Venecía. Y así de un país a otro, hasta que cogieron un paquete de café que
ponía “fabricado en Kenia”. Viajaron a Kenia y Gotzon se quedó mudo cuando vio
muchos niños recogiendo café con sus manitas heridas y las caras tristes.
-¿Pero qué pasa aquí?, ¿por qué los niños
trabajan? y ¿llevan esos sacos tan pesados? -dijo Gotzon entristecido.
El duendecillo le respondió:
- Son niños que no pueden ir a la escuela, ni
jugar, ni tienen juguetes, ni ropa, sus casas son muy pobres. Sólo tienen
trabajo y más trabajo para ganar un dinerito con el que ayudar a sus familias.
También ocurre en China, donde los niños trabajan en fábricas con mucho calor,
donde no pueden ir al baño, sólo trabajar y trabajar, y en otros muchos países.
Gotzon miró al duendecillo con
los ojos llenos de lágrimas, y dijo:
- ¡No quiero viajar más!
El duendecillo le contó que
también había otros países, donde sólo había hombres trabajando y que los hijos
iban a la escuela. Ese lugar (entre otros) era Haití donde recogían el café y
le ponían una etiqueta que decía “Consumo justo” y que gracias a esos productos los niños podían estudiar,
tener juguetes, medicinas...
Gotzon se dio cuenta de cuánto
tenía él que no servía para nada y que consumiendo de una manera justa, todos
viviríamos mucho más felices.
Desde entonces siempre miraba
junto a sus padres, las etiquetas, pero sobre todo las de
“Consumo Justo”.
Maria Teresa Sagarduy Olabarrieta